LA FUERZA DEL OPTIMISMONIKKEN Colombia Lazos Vitales con Beatriz
Miércoles, 4 de agosto del 2021

LA FUERZA DEL OPTIMISMO

1.El mundo en que vivimos nos plantea un doble reto: a) Mantener una mentalidad optimista, una actitud positiva, pero (b) “con los pies en la tierra”, esto es, sin pretender ignorar la realidad o huir de ella haciéndonos falsas ilusiones. Solo así nos protegeremos a nosotros mismos.


2. No cabe duda de que tener una actitud positiva y optimista conlleva importantes beneficios. Así, hay evidencias científicas de que las personas alegres y positivas son menos propensas a sufrir un ataque cardíaco, tienen mayores probabilidades de éxito en sus emprendimientos y actividades económicas, tienen más amigos y una vida social más rica y gratificante. 


Son muchas las maneras a través de las cuales podemos cultivar y mantener una actitud positiva, y todas están al alcance de la mano. Entre ellas, vale la pena destacar las siguientes:


a) Disfrutar las pequeñas cosas o momentos gratos, bellos o felices que nos regala la vida cada día. Lo que podríamos llamar “micro momentos”. Por ejemplo, la sonrisa de un niño, un rayo de luz que entra por la ventana, el azul del cielo, un perro fiel que nos mueve la cola, una melodía, una rosa, la luna llena, y tantas otras que sería largo enunciar aquí.


Esta es precisamente la filosofía en la que se apoya la escuela del “Mindfulness”, que cada vez, y con razón, gana más adeptos en estos tiempos modernos.

El llamado es a vivir a plenitud, intensamente, cada nuevo día, centrados en el presente, sin que nos atormente el pasado ni nos paralice y atemorice el futuro.


b) Cultivar la gratitud, dar gracias todos los días por el don de la vida, por el amor de nuestros seres queridos, por la amistad, el trabajo, la salud…

Pero este agradecimiento debe ser sincero, no fingido o cosmético. Debe brotar del corazón, obedecer a un sentimiento sincero.

No es mala idea llevar un diario, un cuaderno personal para ir anotando, al final de cada día, los momentos felices que nos deparó, para reconocerlos y recordarlos con gratitud.


c) Dormir bien, respetar el ritmo circadiano del día y la noche.

d) Hacer ejercicio con regularidad. Recordemos el conocido adagio: “mente sana en cuerpo sano”.

e) Comer saludablemente. Como bien se dice, “somos lo que comemos”.

f) Abstenernos de consultar nuestro teléfono celular apenas nos despertamos. Este es un hábito nocivo que debemos eliminar de nuestra rutina, porque nos vuelve reactivos y solo sirve para aumentar la ansiedad.

g) En fin, cultivar el desapego, relajarnos, preocuparnos menos, y ser más productivos.




3. Ahora bien, no se opone a una actitud positiva y optimista, tener cierta dosis de lo que podríamos llamar Pesimismo Defensivo.


Esta actitud bien puede resumirse en el conocido paradigma según el cual “Debemos esperar siempre lo mejor, y prepararnos para lo peor”.

El pesimismo defensivo tiene dos elementos principales, a saber:


a) Reconocer y tener presente que “algo puede salir mal” y,

b) Tener previsto un plan de acción para hacer frente a esa situación adversa y no deseada.


Por ejemplo, ser conscientes de que podemos quedarnos “de la noche a la mañana” sin empleo. Y, al mismo tiempo, tener un plan para que hacerle frente a la situación, que incluya entre otros una provisión o ahorro, identificación de nuevos empleos o alternativas de actividad económica, etc.


El pesimismo defensivo, bien manejado, nos protege contra el riesgo de sentirnos frustrados o abrumados cuando algo “malo” nos sucede. Y también puede sernos muy útil para prevenir ciertos riesgos, hasta donde es posible. Así, y a modo de ilustración, en estos tiempos de pandemia, tener presente que podemos contagiarnos con el Covid nos ayuda a tomar medidas preventivas como el uso de tapabocas, guardar las debidas distancias físicas, y abstenerse de participar en eventos masivos.


Este concepto del pesimismo defensivo, a propósito, nos recuerda la siguiente caracterización de los pesimistas, no exenta de cierto toque de humor: Un pesimista es un optimista bien informado.


Por supuesto, el pesimismo defensivo es muy distinto de lo que podríamos llamar un Pesimismo Pasivo, entendiendo por este último una actitud enfermiza, una visión negativa y sombría del futuro, que no nos permite disfrutar las cosas buenas del presente y además, nos impide tomar decisiones oportunas y adecuadas en respuesta a los altibajos y avatares que -gústenos o no- inevitablemente trae la vida.

 

 


4. Donde se acaba o se agota el espacio para el optimismo, nos queda todavía una defensa, una carta por jugar: la Esperanza.


La esperanza se apoya en posibilidades, no en probabilidades. Y nos ayuda sin duda a sobrellevar momentos difíciles y noticias desoladoras. No en vano se ha dicho que “la esperanza es lo último que se pierde”.


La esperanza es, si se nos permite la expresión, una legítima defensa a la que tenemos derecho todos los seres humanos. Una defensa que ciertamente puede ser más fuerte y eficaz en aquellas personas que poseen riqueza espiritual y cultivan una religiosidad auténtica.


5. A todo lo anterior se suma otro elemento de gran importancia, especialmente en la época que nos ha tocado vivir. Me refiero a la Resiliencia, a la maravillosa capacidad que todos los seres humanos tenemos para levantarnos y seguir adelante, cuando nos vemos afectados por una calamidad imprevista, tal como la pérdida de un ser querido, un accidente que nos deja discapacitados, un serio revés económico. Una capacidad que es mucho más grande y fuerte de lo que podríamos pensar a primera vista.


La pandemia actual, con todos los infortunios que ha traído, nos ofrece paradójicamente una elocuente y si se quiere bella demostración de la capacidad de resiliencia que tenemos.



*Este blog se apoya parcialmente en apuntes tomados de la revista titulada “The Power of Optimism”, publicada por Meredith Corporation en 2021.